Recuerdo a los siete u ocho años de edad, mis manos sudaban reflejo inconsciente de la prueba que tenía que afrontar, recuerdo esa habitación enorme acristalada y con maderas color miel de techo a suelo, era un olor peculiar mezcla de celulosa con madera y quizás esos productos con los que la limpiaban sacandolas un brillo especial, mi madre abrió enérgica la puerta me abrazó y me susurró tu puedes hacerlo, incluso hoy a mis treinta y tantos rebotan esas palabras de ánimos, respiré hondo, lo más profundo que pude y sujete firme sin dudar mi Luthier (violin) que mis padres pudorosamente había comprado apenas unos años atrás. Recuerdo tocar la sinfonía que estos señores del jurado me indicaron, me aterraba la idea de no dar la talla (a esa corta edad de repente me dí cuenta de lo perfeccionista que era), recuerdo que no me comtoneé demasiado para darles a entender que no me asustaban y que para mi era innato tocar el violin....ese señor con gafas y ojos celestes, cabellos canosos y paz en el rostro busca exigente cualquier error a la par que mueve al son de mis notas su boligrafo como siguiendo el ritmo, lejos de intimidarme lo que consigue es adverso, me ayuda a no perder el ritmo de mis notas....
La fuerza de cada ser esta en cada ser.....
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