Observaba sigilosa a ese escarabajo negro, intentaba escalar mediante una hoja, caía una y otra vez, era como esos humanos que se empeñaban una y otra vez en caer en los mismos errores, tropezar con la misma piedra aunque tuviese que deshacer el camino para volver encontrar esa piedra con la que ayer tropezó y hoy deseaba tropezar una vez más.... Esa mañana tenía desánimo, decepción, me pasaba a menudo, sobre todo antes, que me hacía espectativas de los hombres en general y después mis ilusiones se caían cual hojas en Otoño, ahora iba a cada pasito aprendiendo un poquito más, me hacía experta en psicología masculina, ya sabía como tantear el terreno, en que momento echar el sedal, iba aprendiendo de cada uno un poquito, como esos mosaicos cuadradados que aunque cada uno tiene un color todos encajan cual puzzle perfecto.
Empezaba a tener la sensación de que quizás en mi futuro la soledad fuese mi mejor compañero, mi amante silencioso, empezaba a autoconfirmarme, empezaba a ser más independiente que nunca, más soñadora y a la vez realista.... Siempre había pensado aquello de que una desilusión empezaba con una ilusión solo que yo también tenía sentimientos, los aparcaba cada día pero esa especie de admiración que algunos hombres me tenían me hacían sentir mujer deseada, ansiada.... y es verdad nosotras necesitamos más, necesitamos palabras a modo de florituras, necesitamos devaneos, ilusiones a modo de garantía yo ya había aprendido dos lecciones la del amor y desamor a la vez, me aislaba cada día, en cada mirada masculina, no buscaba más ni interpretaba otra cosa que no fuera deseo, atracción como ley de la naturaleza, como el león que busca a la leona cual presa, hambriento, inquieto....
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