Apenas comienza el verano, las mañanas Madrileñas cubren los días con su fresco manto, cerré la ventana, entraba un aire fresco, mañanero, agradable, me puse mi jersey deportivo, coloqué la cafetera al fuego y mirando tímidamente la taza pensé en ti, en mi. en nosotros...
Terminé de lisar mi pelo, esa melena castaña que colgaba sobre mis hombros, brillante, sedosa, lisa,
me puse ese vestidito corto de verano que el sábado anterior había comprado, era un vestido coqueto, elegante, azul marino, me puse esos tacones tipo peep de verano en el mismo tono que el vestido.
Me maquillé frente al espejo, me puse mi perfume de verano y cogi bolso y llaves, llevaba los labios en un tono de carmin rojo, un rojo pasión....
Me fijé que de camino a áquel tren que me llevaba al trabajo muchos hombres miraban celosos de poseer mi cuerpo, otros deleitaban mis oídos con graciosos e incluso atrevidos piropos, para mi era un juego, el juego de la seducción, de la vanidad, de crecer mi ego con algo que no era más que terrenal, aunque hubiese preferido que me admirasen por otras cualidades, no estaba de más pensar que a mis 34 primaveras y después de una ruptura tipo abandono muchos seguían viendo en mi a esa mujer bella, guapa, joven, fresca apetecible sin más.
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