viernes, 31 de octubre de 2014

Desprenderse

Me saco este abrigo, como sí una japonesa fuese dejo mis tacones en el recibidor de mi casa y antes de seguir hacia mi dormitorio me miro en ese espejo oscuro que se expone en dicho recibidor, vengo de una fiesta y sin duda estoy cansada, me fijo en que mi maquillaje sigue perfecto, intacto pero como es lógico mi rostro aparece apagado, marcado por las horas nocturnas de distracción.
Lo he pasado genial, ha sido una noche repleta de miradas desafiantes, otras intimidantes pienso para mis adentros mientras camino con una leve sonrisa en mi cara, sin encender las luz de mi guarida, ya me acostumbré a las oscuridades tanto de la vida cotidiana como las del alma me desprendo de ese bonito vestido de noche que tantos deseo provoca, al caer al suelo el mismo deja al descubierto mis blancas y exultantes piernas con una belleza que roza la perfección las miro tímidamente mientras intento no caerme para salir del vestido.... sentada en mi cama, no soy capaz de dormir, recuerdo aquellos amaneceres con mis amigas de la infancia que hoy lo siguen siendo, ahora cada una con nuestra historia a cuestas, como si llevaras ese  bonito y enorme bolso de carolina herrera colgando del brazo, dentro del cual guardas tu vida en pequeños paquetitos y dependiendo de con quién des sacas uno u otro paquetito para abrirlo y enseñarle tales escenas referentes a esa época....
Fijo la mirada en una manualidad hecha por mi ser mayor, por algún motivo me viene la escena de L, ese chico con dos carreras universitarias, muy inteligente para algunas cosas y muy idiota para otras, recuerdo sus cenas conmigo, el empeño que ponía en que nos conociésemos pero yo fui distante, no me involucre, no le necesitaba, estaba tan segura de que el no haría vibrar mi corazón como yo quería que le cerré las puertas, recordé su insistencia, sus llamadas, sus mensajes, sus caros regalos que yo observaba sin asombro mientras pensaba ¿intentas acaso comprar mi amor?, ahora entiendo que obviamente mi cabeza retorcida a veces me condena a pensamientos ingentes que hacen que empobrezca mi corazón.
Apoyo mi cabeza sobre la gélida almohada, siento como se hunde.... cierro los ojos por momentos como hacía de niña para imaginar esas cosas que a todos nos gustan, las caricias, o mejor dicho tu caricias tus besos pausados, cálidos, húmedos, tiernos, siento tus manos colándose por mi jersey para rozar con tus yemas mi espalda, siento tus dedos enrredandose entre mis cabellos, jugueteando con ellos, rascándome la cabeza, frotándola suavemente... es tan placentero, tan reconfortante saber que estas en mi vida... ciertas sensaciones se cuelan para estropearme el momento, siento miedo, tengo temor, me aterra la idea de abrir los ojos y estar condenada a tu ausencia, el saber que te puedes ir para siempre, es una sensación nueva, familiar.... aprendí a valorar, como una buena chef se defiende entre los fogones de su enorme cocina, asi soy yo con las cositas del corazón, sencillamente experta.

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