Recuerdo esa tarde de domingo, en casa solía haber siempre un rincón donde se guardaban los objetos antiguos cuya historia mamá solía repasar cuando hacíamos limpieza. En esa época yo tenía alrededor de seis o siete años, había estado muy enferma años atrás y en cierto modo arrastraba las secuelas de un problema grave de riñón, podía recordar esos días de hospitales en los que las altas fiebres me hacían desvariar y buscar en los rincones las muñecas que tanto me gustaban...
En algunas ocasiones cuando era niña y mis padres me dejaban en el hospital con aquellos señores con bata blanca me daba una angustia terrible, mi cabecita tierna e infantil en aquélla época desvariaba y me llevaba a pensamientos tremebundos como que ellos mis progenitores no regresarían por mi, no lloraba, sencillamente por que no lo solía hacer para autocrearme como una niñita fuerte, de hecho me daba una vergüenza terrible llorar, ahora con casi tres décadas más encima me doy cuenta de que llorar alivia el alma, todos lo necesitamos y es muy saludable, antítesis.
Recuerdo esas tardes navideñas en familia, porque nosotros fuimos muy familiares, recuerdo esos olores a canela, a jengibre, a navidad, a polvorones.... era todo tan sencillo para mi, me sentí muy protegida por mi familia, por mis padres, por mis hermanos.
Entonces mi cabeza vuelve a girar hacia ese trastero, hay allí una muñeca rota, deduzco que antigua, y hago la comparación una vez más con mi vida, yo en cierto modo también me sentí en alguna ocasión una muñeca rota, cuando alguien se adentró en mi vida para juguetar con mis sentimientos, también cuando hubieron ausencias gente que falleció precipitadamente e inesperadamente dejando un hueco frío en mi interior, me sentí una muñeca rota cuando mi padre enfermó de ese mal tan común y típico del siglo XXI, sentía impotencia cuando le veía llegar de sus sesiones de radio me imaginaba que llegaba el día en que volvía a ser como era antes, ese hombre fuerte, álgido, ese hombre seguro y con carácter pero tierno y padre entregado a la vez, está claro que nunca sucedió, digamos que ese pedacito de el se lo llevaron las susodichas sesiones. Nunca más volví a ver esa mirada que el tenía, ahora la tiene cansada, pero sigue siendo y más que nunca para mi ese padre alto como un roble, fuerte y protector, con unos principios claros y disciplinados aunque para mi a veces sean difíciles de llevar a cabo.
Entonces en mi cabeza sonó esa cancioncilla "Fly me to the moon .... let me sing forever ..." y sonreí, la había escuchado innumerables veces, no podría dar un aproximado de cuantas....
martes, 7 de octubre de 2014
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